En los 50 años de su ministerio, ella posiblemente le testificó personalmente a 100,000,000 de personas acerca del amor y el poder de Dios. Donde quiera que fuera, la gente que pensaba que los milagros eran imposibles los creyeron a través de ella. Antes de morir, pidió que sólo a Jaime Buckingham le fuera dado permiso para escribir su biografía oficial, sin ocultar nada. Aquí tenemos la historia no de una santurrona, sino de una persona humana -matrimonio, divorcio, traición en su cuerpo administrativo- con sucesos nebulosos que rodean su muerte.
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